La Selección Mexicana Sub-23 ha mostrado un bien nivel de futbol en el Preolímpico, cosa que no es nada del otro mundo, pues los convocados están chavos y traen toda la pila para jugar y ganar euros.
En este tipo de partidos debería de prevalecer el objetivo grupal, que en esta ocasión es el boleto para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020+1. Y digo “debería” porque pesan más las metas individuales de los jugadores ¿Porque razón? Es muy fácil. Ellos saben que este torneo es una oportunidad para migrar al futbol europeo. Aquí tienen una oportunidad de ser vistos por directivos de equipos que pagan en euros y claro que eso los motiva a crecerse dentro de la cancha.
Todos los participantes en el preolímpico son jóvenes menores a 25 años, que tienen todas las ganas de destacar para cumplir sus sueños de ir a otro continente a jugar con un Real Madrid, Barcelona, Juventus, Bayern Münich, entre otros tantos. Pero muy escasos jugadores llegan a equipos importantes y para lo que les alcanza es el Fiorentina, Villarreal, Real Betis, esos equipos que sólo les sirven como escuela de entrenamiento.
Pero la ilusión de ser un crack en la cancha y que algún visor pueda estar viéndolos mientras tienen un partidazo no se les quita, al contrario, se vale soñar. Lo que verdaderamente es inaceptable es que sólo en este tipo de juegos muestran su mejor nivel y cuando regresan a sus equipos, que no tuvieron suerte de recibir una llamada de interés de otro club, esas ganas se pierden y muestran su futbol mediocre.
Se comprende el sentimiento, pues se les cierra una puerta y es empezar de nuevo. Es pensar que deben seguir esforzándose para nuevamente destacar y seguir recibiendo llamados a la selección mexicana, que no es para menos, porque no cualquiera tiene esa oportunidad, y muchos que la tienen la desprecian porque se creen el último refresco del desierto.
La decepción puede ser una lección de vida, un golpe de agua en la cara para que despierten de su “sueño guajiro” y pongan los pies sobre la tierra, porque no por tener tres o cuatro partidos buenos ya están listos para enfrentar otro nivel, no. Ahí está el clarísimo ejemplo de Diego Láinez, el alzado por la prensa, que no ha sido constante con el Real Betis; o Diego Reyes, que luego de su plana trayectoria con el Leganés volvió a México y su carrera sigue en las mismas. Todo por irse de manera prematura a un futbol que exige calidad y además una excelente calidad.
Carlos Rodríguez de Rayados no se salva, con la Selección muestra todo su potencial, pero regresa al Monterrey y se le acaba; no es el mismo jugador que enfrenta a selecciones de Concacaf al que enfrenta al Cruz Azul, Chivas, América.
Ojalá esas ganas no se acabaran, para que el deporte en el futbol sea interesante y no estar viendo jugadores a medias.