El área metropolitana regia pasó en las últimas dos décadas de ser la ciudad de las montañas a la metrópoli más contaminada del país, registrando primeros lugares a nivel mundial.
El otrora orgullo industrial que nos ganó el mote de capital industrial de México es ahora la debacle medioambiental.
En el sexenio recién terminado, la indolencia fue el signo que identificó a la administración pública. Un gobierno sin políticas públicas enfocadas a combatir la contaminación o prevenir nuevas fuentes contaminantes.
El escudo de la entidad elaborado en 1943, retrata en el cuadrante inferior derecho las fumarolas de fundidora, a ese momento orgullo y emblema de la grandeza industrial nuevoleonesa.
Era además de símbolo visual, referente con su pito para conocer la hora. El crecimiento del área metropolitana se enmarcó durante décadas en el crecimiento de la gigante acerera.
Nos preocupa la contaminación del aire, pero en los pasados diez años se aprobaron desarrollos urbanos que fueron acabando con los bosques y zonas arboladas circundantes a la metrópoli.
En la actualidad, basta tomar la carretera nacional y en los primeros 40 kilómetros se pueden encontrar decenas de fraccionamientos nuevos o en construcción que están aniquilando la flora, fauna y la geografía de la zona.
Lomeríos que hasta hace cinco años estaban, hoy son planicies con letreros que anuncian centros comerciales o nuevos desarrollos inmobiliarios.
Lo mismo se están edificando fraccionamientos que centros comerciales con torres de oficinas y viviendas. El común denominador es que se altera el entorno y hábitat de la zona.
En los pasados seis años no se inauguró ni un kilómetro de nuevas avenidas, menos ampliaciones o adecuaciones que permitan descongestionar las arterias viales convertidas en estacionamientos.
Que los actuales gobiernos estatal y municipal acudan a la cumbre de medio ambiente es un indicador positivo, habla de interés por el tema, compromiso por enfrentar la contaminación que alcanza aguas, aire y suelo.
Recuerdo en la infancia haber nadado en el arroyo “Los Elizondo” en su cruce con la carretera nacional y a la altura del entonces incipiente fraccionamiento Villa las Fuentes. Incluso en Guadalupe en la zona del lienzo charro en el cruce con Américas.
Igual recuerdo “los clavados”, o eso creíamos que eran, nadando en el río “Ramos” a la altura de “Atongo” o en su paso por las rancherías en “La Unión, Cadereyta”. Por supuesto no escapó de un chapuzón el río del “Castillo” que se alimenta de la presa de “La Boca”.
Hoy muchos de esos afluentes están contaminados, sus aguas, si aún tienen, está contaminada, esa agua va a parar a nuestras presas, presas que nos alimentan del vital líquido.
Nuevo León no merece estar en los indicadores y las estadísticas nacionales e internacionales como una entidad contaminada, como referente de la negligencia de sus gobiernos y la posible corrupción de quienes aprobaron en el pasado, fraccionamientos, desmontes, construcciones que lo mismo contaminan aire que aguas, suelo o el entorno visual.
Urgen políticas públicas que incluyan en forma transversal las políticas anticontaminación. Así como ocurre con las políticas de género, de inclusión o anticorrupción, urge se visibilice el problema y el daño al medio ambiente.
Vaya, con tanta discusión por el escudo de Nuevo León, retomo la propuesta de quitar el humo en las chimeneas, voy más allá, que se adecuen las chimeneas y se incluya un oso u otro referente de la fauna nativa. Algo que recuerde, cómo el progreso debe ir de la mano con el medio ambiente.
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