“Las crisis en el PAN son como las podas: de todas salimos más fuertes”, dice Jorge Zermeño, uno de los líderes de Acción Nacional en el estado con mayor número de elecciones, las cuales combinan triunfos y derrotas. Primer alcalde no priista de Torreón, ocupó el cargo en tres oportunidades. También fue el primer senador de mayoría junto con Luis Rico y diputado federal de representación proporcional dos veces. Pero cuando intentó ser de mayoría relativa, perdió en dos ocasiones. En 2005 le disputó la gubernatura a Humberto Moreira y un par de años después el Senado aprobó su nombramiento para representar a México en España.
Como líder de la Cámara de Diputados (2006-2007), Zermeño evitó una crisis institucional, pues logró que Felipe Calderón asumiera la presidencia en una ceremonia de dos minutos cargada de tensión. Legisladores del PRD, Convergencia (hoy Movimiento Ciudadano) y PT cerraron el Congreso para impedirlo. La elección —alegaban— se la habían robado al candidato de la coalición “Por el Bien de Todos”, Andrés Manuel López Obrador, con la complicidad del Instituto Federal Electoral (más tarde INE). Calderón pagó el servicio con la embajada. El líder de izquierdas guardó el hecho en su memoria.
Cuando López Obrador visitó Saltillo tras ganar las elecciones, Zermeño era alcalde por segunda ocasión. Lo identificó e intercambiaron saludos. En la primera gira de AMLO a La Laguna, el teatro Nazas estalló en rechiflas contra los gobernadores de Coahuila y Durango. El presidente tomó el micrófono y pidió respeto para Miguel Riquelme y José Rosas Aispuro. La silbatina paró. A Zermeño no le fue tan mal en las presentaciones y el líder de la Cuarta Transformación lo notó. “Te felicito”, le dijo. El 8 de octubre de 2021 se volvieron a encontrar con motivo de la puesta en marcha del Programa Agua Saludable. Ya en el aeropuerto, donde se despidieron, Zermeño lo rescató de una muchedumbre, lo cual evitó que perdiera el vuelo de Aeroméxico a la capital.
Platiqué con Zermeño a finales de enero en Torreón. Le vi tranquilo, pero escéptico sobre la alianza de su partido con el PRI para la gubernatura. El año pasado, recuerda, votó contra de la coalición para enfrentar a Morena en las elecciones para diputados federales y alcaldes. Coahuila fue uno de los pocos estados donde el PAN prefirió participar solo. No ganó un solo distrito y además perdió las alcaldías de Torreón y San Pedro. Acción Nacional vive una de las crisis de las que habla el exsenador. Pero ni aun en sus peores momentos se alió con el PRI, su rival histórico.
Zermeño no tiene claro aún su horizonte. Su nombre suena para la sucesión de 2023. El PAN se halla en un laberinto y de su respuesta a la coalición con el PRI dependerá su futuro. Si la acepta, perderá adeptos y se alejará del poder. El PRI necesita más al PAN en estos momentos y no al revés. El partido fundado por Gómez Marín es la tercera fuerza electoral en el estado y Morena la segunda. En 2017 estuvo a un paso de la gubernatura, pero el entonces senador Luis Fernando Salazar irrumpió en la carrera y obstaculizó a Guillermo Anaya. Salazar milita hoy en Morena, donde es mal visto por los sectores cercanos a AMLO.
El PRI podría vivir la misma experiencia el año próximo. El secretario de Desarrollo Social, Manolo Jiménez, tiene la candidatura como en la bolsa, pero el diputado federal Jericó Abramo es una piedra en el zapato para la cúpula y su delfín. Como en el caso del PAN, con respecto a la alianza, de la decisión de Jericó puede depender la permanencia del PRI en la gubernatura, la cual ostenta desde hace más de 90 años.