Estaba yo viendo que no llueve, y que las tuberías de casa sufren ataques frecuentes de hipotensión. Tomaba mi café matutino mientras que escuchaba el golpeteo de los émbolos de un par de excavadoras que, como topos, llevan casi un mes perforando en el parque. ¡Lo lograron! Pudieron reventarle una vena al subsuelo y, mientras instalaban la tubería, tiraron litros y litros de agua en las calles aledañas. Hay buen drenaje pluvial o ya estuviéramos yendo a la tienda en góndolas (Una vez hace unos años tuve que cruzar prácticamente a nado una calle). Lo siento por el daño que eventualmente se causarán a “La Peñita”, un retazo del pasado feraz de esa zona de Apodaca y que merecería más atención y protección contra el destino desértico que le espera. Mi bendición a los patos, peces, lamas, ranas, ovas, tortugas… ¡Qué feo que hagamos un campo de batalla también contra la Naturaleza!
Más tarde, mientras reposaba el almuerzo con otro café, escucho al ciudadano gobernador Gobernador de nuevo Nuevo León, dando un speech en vivo por TV (entrevista no era). Así como no me gusta la oratoria presidencial por lenta y entrecortada, tampoco me agrada la de samuel Samuel. Su voz es nasal y a veces suena como metálica. Parece que no usa otro resonador que la cabeza. Ahora que, el hecho de que resuene la voz en su cabeza no significa que piense bien en lo que dice. Claro, esto sólo es un recurso fisiológico para hablar; sin resonadores no hablaríamos, resoplaríamos.
Esperaba que el joven mandatario hablara sobre el agua, pero no, habló más bien sobre seguridad. ¡Bien! Ese es otro tema urgente. Morir de sed pasa, pero morir balaceado directa, lateral o colateralmente no es de Dios. La gran noticia es la promesa de que Monterrey asumirá por completo la cobertura policiaca. Dije “gran” noticia, no “buena”. ¿Hasta qué punto podrá lograrse durante la gestión del alcalde Colosio? No me atrevería a asegurarlo. Durante muchos años se ha intentado eso con pocos resultados. La “gran” noticia puede ser también “mala” noticia si esta transición se hace con prisas electoreras. Es más urgente tener una policía confiable, y creo que en todo México no hay confianza en ningún cuerpo policiaco de cualquier nivel. Aunque se inicie un intensivo reclutamiento, la cantidad no implica calidad. También falta un detalle importante que a su vez podría impedir la corrupción policiaca: una relación de mutua empatía con los ciudadanos. Esto va más allá de academias, capacitación, leyes y reglamentos. Además, mientras la administración pública esté a cargo de un político, los funcionarios policiacos de primer nivel también dependerán de afinidades o compromisos políticos, no de su capacidad. Más que claro es el caso de la Secretaría de Seguridad Pública de nuestro estado Estado. El plazo para esta transición es de “dos a tres años”. Un plazo bastante preciso ya que en esas fechas estaremos en plena efervescencia y/o hervidero por las elecciones “grandes”. Un logro estatal/municipal bajo la misma bandera partidista siempre será útil.
Pero samuel Samuel afirma también que Aldo Fasci es pilar…, no estoy seguro de qué edificio o si es su segundo nombre. Nos recuerda su experiencia ocupando varias veces el mismo cargo. Supongo que Fasci tendrá una explicación del por qué durante tantos años la inseguridad nos ha dado sólo respiros de torturador policiaco (“la bolsa”, le decían a esa tortura). Dirá lo que quiera el Secretario, y dice mucho, pero aún con las estadísticas más felices, en la báscula social la merma se cuantifica en vidas y sangre. Una sola muerte, una sola herida, son intolerables.
Se nos informó también del refuerzo federal, Ejército y Guardia Civil, casi mil efectivos. A esto se suman recursos económicos que junto con los estatales casi llegarían a los 500 millones de pesos. En cuanto a efectivos contra el crimen, federación, estados y municipios superan ampliamente el número y capacitación de los grupos criminales. Entonces… ¿por qué no han sido disueltos? Los recursos económicos pueden ser un factor, pero para desmantelar esas organizaciones empresariales (porque los cárteles son empresas), no basta con desplegar miles de militares, agentes y policías. Un sicario no organiza un cártel, es sólo un obrero de esa empresa; si cae, se le reemplaza. Con todo el esfuerzo que se haga en Nuevo León y en todo el país, ni aliándose con la OTAN y Rusia juntas se podrá acabar con el narco. ¿Destruir una empresa? Cualquier empresario convencional sabe cómo quebrar un negocio. El desplante del gobierno estatal (como en otros estados y en la propia federación) es un alarde pírrico. Mientras el narco siga teniendo capos más capaces que los funcionarios policiacos, ingresos asegurados, y disponibilidad de “mano de obra”, nosotros seguiremos viviendo en ese campo de batalla que se libra entre ellos pero contra nosotros.
Pero que no se enteren ni la OTAN ni Rusia, porque donde se les ocurra “liberarnos” nosotros no tenemos hacia dónde huir para refugiarnos.
