Por: José Mendoza
Por décadas el discurso de que la juventud debe incorporarse al quehacer público ha sido una bandera de unos cuantos. De esos que en la edad buscan el espaldarazo para abrirse camino en la red de la política.
Generación tras generación se ha venido usando este discurso de la juventud como una moneda de cambio, como una cuota que se debe cubrir y que, hasta hoy, no ha funcionado.
Saldrán los defensores amorosos a decir que es mentira, que cada vez son más los jóvenes que logran llegar a la política, a la administración pública, al Sistema propio. Pero ¿estamos seguros de que llegaron por sus méritos o como parte de acuerdos de los de más arriba?
Es cierto que la política es de equipos, de grupos de poder, de un cúmulo de hombres y mujeres que tienen el poder y lo reparten; de esos que en cada administración se reparten en el pastel como parte de acuerdos. Y es ahí donde, la juventud, no solo la presente, también la pasada, han logrado posiciones.
Son pocos los que se pueden decir libres, que pueden decir que llegaron sin “palancas”, son pocos, y a ellos hay que reconocerles. Por que son unicornios en la podredumbre situacional que rodea el quehacer público.
El discurso es muy bonito, yo lo he practicado, y con estas líneas no se busca explayar una postura personal, sino todo lo contrario. Romper con esta barrera de romanticismo a la juventud eterna que busca espacios en la política.
Vamos por partes. ¿Cuántos jóvenes hoy representan en el quehacer político a la juventud? Contados con la mano. Y muchos de esos pocos cuántos han usado el discurso de “yo ya llegué, y cada vez llegarán muchos más”. ¿Y cómo ayudamos a que lleguen esos muchos más? Si cuando el que llega se ahoga en su burbuja de la nómina y del poder inmediato que le dio la coyuntura y deja de lado todo ideal de lucha para asegurar su sobrevivencia.
¿Cómo impulsamos ese discurso de “vamos todos juntos”? Si cuando el que llega se olvida del que viene abajo y cuando este toca la puerta deciden cerrársela. Él (el que subió) o sus padrinos (quienes lo pusieron) le dan la espalda no solo al o la joven que busca avanzar, sino a toda una generación.
Esa es la diferencia entre quienes dicen impulsar las juventudes y quienes se aprovechan de la juventud para estar en la Administración Pública.
Alberto Undurraga (2022), congresista chileno ha mencionado que se ocupan más jóvenes que ingresen a la política; pero no solo es que ingresen, es que vivan en libertad, que “el equipo” sea importante pero que no sea absoluto. Que sobresalga “la visión, la pasión y el método”, totalmente de acuerdo. ¿Pero como se logra cuando el Sistema sigue siendo el mismo?
Basta echar un vistazo al pasado, ¿cuántos políticos que se decían ser “el cambio” resultaron más de lo mismo? Muchos, un puñado de ellos han sobrevivido gracias a la benevolencia que otorga el poder. ¿Cuántos que han buscado transformar el sistema hoy están declarados muertos políticos? Conozco varios ejemplos: todos con ideales plenos y con equipos de lucha; la realidad de su tiempo, igual que el de nosotros, fue y es, que si eres molesto para el Sistema debes ser desterrado. Debes ser víctima de unos cuantos que ostentan el poder y que tienen autoridad para cerrarte puertas, para vetarte, para hostigarte; peor que en la inquisición.
Estás con ellos o no estás.
Jóvenes, amigos, colegas, generación, empecemos a deshacernos de este romanticismo juvenil, de esta masturbación mental de que llegaremos todos juntos. La realidad es que no, llegan quienes deben llegar, rodeados de circunstancias propias que a naturaleza humana buscarán mantenerse sobre todas las cosas.
El hacer generación no solo es vivir del discurso de ser menor de 30 años, es extender la mano a quienes sabemos que lo ocupan. Cumplamos con este ideal de que “lleguemos todos”, pero hagámoslo.
Decenas de jóvenes que hoy están en el poder han demostrado que jalarán para ellos, por su nómina, por su cuota de poder, por su grupo, por ellos mismos. ¿Egoísta? No los puedo culpar, el poder de la nómina es una delicia. Pero solo recuerden sus palabras, sus discursos: “quienes crean que la juventud es el futuro está muy equivocados, nosotros somos el presente”. ¿Lo somos para hacer el cambio o para seguir con las mismas prácticas que generación tras generación de políticos han hecho?
La libertad tiene un costo, muchos hemos decidido pagarla con creces; siempre firmes.