Uno debe de tomar en cuenta que durante los próximos seis meses estaremos escuchando discursos con un sinfín de mensajes, en donde los protagonistas además de sus ideas (si es que las hay), serán cambiantes tratando de aprovechar el error de su o sus adversarios.
Las palabras serán buenas y malas. En ocasiones las palabras ofenden, como le sucedió al ex presidente Fox con el comentario que hizo acerca de Mariana. Vicente Fox nunca entendió que el silencio es lo mejor que le puede suceder a un político, y no lo asimiló porque nunca fue político.
Las palabras queman. Las palabras acarician. Las palabras son dadas, cambiadas, ofrecidas, vendidas e inventadas. En ocasiones las palabras estarán ausentes.
Algunas palabras nos absorben, no nos dejan: son como garrapatas, vienen en los libros, los periódicos, en los mensajes publicitarios (redes sociales), en los rótulos de las películas, en las cartas y en los carteles. Las palabras aconsejan, sugieren, insinúan, conminan, imponen, segregan, eliminan. Son tiernas o acidas. El mundo entero gira sobre palabras lubrificadas con aceite de paciencia.
Los cerebros están llenos de palabras que viven en paz y en armonía con sus contrarias y enemigas. Por eso el individuo hace lo contrario de lo que piensa creyendo pensar lo que hace. Para ejemplo los políticos y porque no, algunos de los que acuden a misa los domingos y se dan golpecitos de pecho, tratando de decir que son buenos cuando en realidad son de lo peor, Generando Asco y Miedo.
Hay muchas palabras, y están en los discursos, que son las palabras apoyadas unas en otras, en equilibrio inestable gracias a una sintaxis precaria hasta el broche final: “Gracias, he dicho”.
Con palabras se desarrollan discursos, y con ellos se conmemora, se inaugura, se abren y se cierran sesiones, se lanzan cortinas de humo o se disponen colgaduras de terciopelo. Son brindis, oraciones, conferencias o coloquios. Por medio del discurso se transmiten elogios, agradecimientos, programas y hasta fantasías, esto último es fácil de ejemplificar con el expresidente Vicente Fox y con el programa de salud federal actual que es mejor que el de Dinamarca.
En ocasiones las palabras aparecen escritas en el papel (en tiempos modernos grabadas y publicadas en redes sociales como tiktok), pintadas en tinta de imprenta y gracias a esa vía entran en la inmortalidad del verbo (de la red). Las palabras fluyen, así como lo hace el agua. Y lo hacen de tal manera que inundan el suelo, alcanzan el nivel de las rodillas, la cintura, los hombros y el cuello, es como un diluvio universal, organizado como si fuera un coro que brota de la boca de los precandidatos a los diferentes puestos de elección popular (tiktok es el mejor ejemplo de ello).
La nación sigue su camino, pareciera que estará envuelta en un clamor de locos, a gritos, a aullidos, que a la vez se ve envuelta en un murmullo manso estancado y conciliador. De todo hay en el coro: tenores, tenorios, bajos cantantes, sopranos de pecho fácil, barítonos acolchados, contraltos de voz-sorpresa. Todo esto aturdirá al ciudadano por seis largos meses, al tiempo.
Esperemos que como ciudadanos podamos ejercer nuestro voto y junto entre la mayoría elegir a quien consideremos pueda guiar la nación a un mejor destino del que vivimos actualmente. Independientemente del PRISMA con el que se vea.
Epílogo: Un doctor quien siempre ha sido mi maestro y al que quiero mucho, a la fecha continúa dándome grandes lecciones, en una ocasión recuerdo que me dijo que no creyera nunca en la palabra de un paciente que se encontrara entre el borde que separa la vida y la muerte, ya que si pasa dicha frontera no lo cumplirá, y si se mejora tampoco lo hará, haciendo hincapié en que de los arrepentidos se sirve el señor. Tal vez por eso dicen que, en política, no hay muertos, solo arrepentidos.
