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La extorsión y los grupos de la delincuencia organizada en México

Un delito que se encuentra cada vez más presente en la discusión pública y que genera una creciente preocupación es el de extorsión. Es posible escuchar diariamente, principalmente de comerciantes y transportistas, reclamos a las autoridades para que realicen acciones en contra de la extorsión de la cual son víctimas, además de que argumentan que el delito va al alza.

En redes sociales y medios de comunicación, es cada vez más frecuente encontrar vídeos donde se muestra a sujetos golpeando a conductores del transporte público donde se les exige cumplir con sus demandas, u otros casos como del secuestro a trabajadores de una pollería. Estos incidentes terminan por respaldar los reclamos a las autoridades sobre el aumento de la extorsión.

Al consultar los datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se confirma que efectivamente los casos de extorsión tienen una tendencia al alza: durante el período del sexenio anterior, de 2015 a 2018[1], se registró un aumento del 12% en la incidencia de extorsiones. En el mandato actual, entendiéndose del 2019 a 2023, se ha reportado un crecimiento del 18.3%[2]. Igualmente resalta que en la ENVIPE 2023 el delito de extorsión es el que tiene el porcentaje más alto de cifra negra, en otras palabras, que no se denuncia.

En un contexto donde se tienen cifras históricas en cantidad de homicidios en un sexenio pero con la característica relevante de que se ha revertido la tendencia al alza, fenómeno que las autoridades celebran y argumentan es reflejo del éxito de la política gubernamental para pacificar el país,  qué significa que el delito de la extorsión tenga este comportamiento.

Es importante ubicar que el ciclo de violencia criminal en el que nos encontramos inmersos se da en el marco del fenómeno de la existencia de múltiples grupos de la delincuencia organizada con presencia en todo el país y una política de combate frontal a estos grupos. Existe un amplio abanico de actividades delictivas que se asocian a estos grupos y que ha estado en constante cambio: en un inicio estaban articulados principalmente entorno al tráfico de drogas ilícitas para posteriormente expandir sus actividades al tráfico de personas, robo de hidrocarburos, secuestro, extorsión, entre otros, cambios motivados por la extracción de recursos financieros y la recuperación de las pérdidas causadas por la acción gubernamental.

La extorsión se define como “presión que se ejerce sobre alguien mediante amenazas para obligarlo a actuar de determinada manera y obtener así dinero u otro beneficio” y según el Código Penal Federal es “al que sin derecho obligue a otro a dar, hacer, dejar de hacer o tolerar algo, obteniendo un lucro para sí o para otro o causando a alguien un perjuicio patrimonial”. El investigador Luis De la Calle nos dice que la extorsión es una actividad que atraviesa varios aspectos de la vida cotidiana: desde el franelero que pide dinero en la vía pública bajo riesgo de que raye tu auto, el funcionario público que pide una dádiva económica para acelerar un trámite o el sujeto que desde una prisión realiza llamadas  donde amenaza con hacer daño a nuestros familiares[3].

El periodista Oscar Balderas[4] señala que hay una dificultad en la medición de la extorsión, ya que en el Secretariado se contemplan tanto aquellas extorsiones que se realizan de manera remota con amenazas falsas como las realizadas por miembros de grupos delictivos organizados. En este texto el interés recae en las extorsiones que son de grupos de la delincuencia organizada y que traen consigo una consecuencia real, donde de no cumplirse con las demandas del grupo extorsionador, ya sea el cumplimiento de pagos monetarios o en especie, tendrá como consecuencia la privación de la libertad, el asesinato o el patrimonio reducido a cenizas[5].

De vuelta con De la Calle, con quien concuerdo cuando señala que la extorsión “elimina directamente la voluntad de la persona afectada privando a la víctima de su libertad” y aquí el meollo de este delito en un contexto delincuencial organizado: es una expresión más de poder. La eliminación de la voluntad de la víctima significa la imposición de la voluntad del agresor, lo que en términos teóricos implica un ejercicio de poder.

Sin embargo, no todo acto realizado por grupos delictivos organizados debe ser considerado como un ejercicio de poder, sino únicamente aquellos que sirven para reordenar la correlación de fuerzas en el campo delincuencial; es decir, el espacio de confluencia de relaciones entre grupos delictivos con la sociedad y el gobierno. Para este caso, la extorsión es claramente un acto de poder delincuencial orientado a la búsqueda de establecerse como grupo dominante o, incluso, que expresa que ya lo son.

La lógica del poder delincuencial también explica que sean miembros de estos mismos grupos quienes promuevan sus actos en redes sociales, ya que lo que buscan es mandar un mensaje amenazante, donde advierten las consecuencias de no acatar sus órdenes, además de reafirmar que son el grupo dominante en un territorio y así definir una reputación.

El incremento de incidencia de la extorsión en este contexto de delincuencia organizada puede significar una fuerte presencia de los grupos delictivos y, según un estudio del Transcrime, Joint Research Centre on Transnational Crime,  “cuanto más centrado esté un grupo delincuencial organizado en sus actividades territoriales locales, viéndose facilitado por su posición monopólica y estructura jerárquica, cuanto más realice transacciones criminales con políticos y funcionarios públicos y cuanto más se infiltre en negocios legítimos, más  sistémica se vuelve la extorsión”[6], lo que a su vez les da mayor control territorial.

Algunos analistas de seguridad como Armando Vargas quien nos habla de un régimen criminal y la extorsión como la expresión del fortalecimiento silencioso de estos grupos[7] o Alan Salvador Hernández Morales[8], quienes nos advierten del fenómeno de gobernanza criminal y el riesgo que implica para el desarrollo democrático del país, queda claro que, además de la integridad de las personas y su patrimonio, lo que en el fondo lo que está en juego es la viabilidad del Estado Mexicano, el Estado de Derecho en todo el territorio nacional frente a estos grupos y la legitimidad de las instituciones frente al reto de la seguridad.

Varios y varias analistas de seguridad hacen énfasis en no centrarse en la incidencia de homicidios para medir la violencia en el país o en el éxito o fracaso de una política de seguridad, como el fallecido Alejandro Hope quien se refería al “muertómetro”[9], ya que el fenómeno de la violencia se manifiesta con distintas variantes, además de que el fenómeno está en permanente transformación. La persistencia en la incidencia de la extorsión, aunque la tendencia al alza de homicidios haya parado, son malas noticias y pintan un panorama negativo en el combate a la delincuencia organizada.

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[1] El SESNSP reporta los datos oficiales a partir del año 2015.

[2] En 2015 y 2018 se contabilizó 6,008 y 6,721, respectivamente. En el caso de 2019 (8,734) y 2023 (10,336).

[3] De la Calle, Luis. La economía de la extorsión. Penguin Random House, México, 2020.

[4] https://x.com/oscarbalmen/status/1770118902896320639?s=20

[5] García Tejada, Enrique y Fondevila, Gustavo. “Fuego en la urbe: el papel de la extorsión en los incendios”. Nexos, 19 de marzo de 2024. En línea: https://seguridad.nexos.com.mx/fuego-en-la-urbe-el-papel-de-la-extorsion-en-los-incendios/

[6] Transcrime, Joint Research Centre on Transnational Crime. Study on Extortion Racketeering the Need for an Instrument to Combat Activities of Organized Crime. European Comission. En línea: https://home-affairs.ec.europa.eu/system/files/2020-09/study_on_extortion_racketeering_en.pdf

[7] https://x.com/BaVargash/status/1767333537143734426?s=20

[8] Hernández Morales, Alan Salvador. “Las formas de la gobernanza criminal en México”, Nexos, 7 de febrero de 2023, en línea: https://seguridad.nexos.com.mx/las-formas-de-la-gobernanza-criminal-en-mexico/#_ftn2

[9]  Hope, Alejandro. “No se obsesionen con el muertómetro”, El Universal, 11 de febrero de 2019. En línea: https://www.eluniversal.com.mx/columna/alejandro-hope/nacion/no-se-obsesionen-con-el-muertometro/

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