Está plenamente demostrado. Los blindajes en colonias residenciales no sirven para maldita la cosa, como no sean un disuasivo para raterillos de poca monta.
Eso sí, son un estupendo negocio para las empresas contratadas para dar el servicio de “vigilancia” (subrayo las comillas) y para los “directivos” de las colonias que terminan siendo “convencidos” (la mayoría de las veces con dinero y regalos) de las ventaja$ de cerrar los accesos, por parte de los empresarios de seguridad.
Tierra de nadie. Las juntas de vecinos y los prestadores del servicio terminan violentando el derecho constitucional de libre tránsito, pero no solo eso, se convierten en terroristas al hostigar a quienes no están de acuerdo con la medida, molestar a visitantes y hacer la vida imposible a todos.
No lo platico de oídas, lo padezco. Desde hace tiempo a los vecinos de la colonia en la que vivo se les puso contratar a una de estas empresas y el resultado, eso sí hay que reconocerlo, es que los robos de espejos laterales y copas de autos se ha reducido (¡qué gran logro!); a cambio, los guardias han cometido todo tipo de tropelías, han salido corriendo en los momentos de verdadero peligro y no se pueden comunicar con nadie, porque ni teléfono, radio o cosa que se le parezca tienen. Eso sí, cada mes son extremadamente eficientes para cerrar el paso y exigir la cuota.
Sacando números. El sector en donde vivo es un área cerrada, es decir, no hay paso hacia otra colonia y tiene tres entradas; aquí vivimos alrededor de 400 familias y por el servicio de “vigilancia” (que no es otra cosa que servir de abrepuertas, estorbo, espionaje y chisme con las vecinas), nos cobran 250 pesos mensuales, lo cual da la nada despreciable cantidad de 100 mil pesos mensuales. Ponle que no todos los vecinos paguen, pero sí una buena cantidad de ellos lo hacemos por simple comodidad y no tener que andarle viendo las jetas a un estúpido con cero criterio que con los vecinos se pone muy bravo, pero cuando le han llegado los malandros se zurra en los pantalones y deja la chamba tirada.
De traer un carro todo jodido para la “supervisión”, la empresa que da el “servicio” anda estrenando vehículos del año. Es un extraordinario negocio, porque asumen el costo de los portones, el software de las tarjetas y los salarios de unos seis guardias a los que les pagan el mínimo, es decir, una utilidad de más del 70% mensual.
Alguna vez traté de hablar con el dueño de la compañía, pero el tipo se hizo guaje cuando comencé a cuestionarle todos estos datos, cuando le sugerí que a quienes sí pagan les den acceso prioritario y no tengan que hacer largas filas cuando no vienen en su vehículo, cuando le abrí la mente y le dije que instalara botones de pánico y adquiriese equipo de comunicación para reportar momentos de peligro. El hombre se fue y desapareció.
Bien haría Quique Barrios, antes de andar promoviendo este tema en el Congreso, en sí pugnar por legislar sobre el tema, pero metiendo al orden a estas empresas, con un registro detallada de a quienes contratan, con obligaciones claras para con los clientes y con un beneficio claro para la ciudadanía, porque de otra manera, terminará siendo comparsa de unos vivales que se han encontrado una minita de oro.