Estimado lector:
Perdone si hoy parezco arrogante, pero ¿sabe usted qué es un triángulo? Yo lo sé. Y quizás piense que me refiero a las formas geométricas elementales que tradicionalmente se consideran sagradas. Los antiguos constructores las empleaban desde hace 7,000 años para ubicar elementos arquitectónicos y levantar muros, bóvedas y estructuras. Sin embargo, hoy no me referiré a eso. Tampoco imagine una isla vacacional al mencionar el temido Triángulo de las Bermudas, donde crónicas de los últimos dos siglos relatan la misteriosa desaparición de numerosos barcos y aviones en este triángulo imaginario.
Permítame hablar de otro triángulo. Me refiero al dinero que pertenece al Gobierno de Nuevo León, pero no hablo de bitcoins. Me refiero a cientos de millones de pesos que han terminado en las cuentas bancarias del despacho de abogados del Gobernador Samuel, su padre y su medio hermano.
Algunos líderes de opinión en el estado lo han calificado como una burda estafa, pero el gobernador se ha defendido argumentando que son deudas de años atrás. Aunque últimamente evita hablar del tema. Sin embargo, a una gran parte de la sociedad comienza a incomodarle y provocarle enojo, ya que las triangulaciones son uno de los fraudes más evidentes expuestos por los medios de comunicación, siendo simplemente un timo a la vista del ciudadano. Creemos que no faltará el día en que la voz de la ciudadanía se manifieste en las calles y avenidas del estado, exigiendo la renuncia del astuto y perverso gobernador, quien ha encontrado la manera de desviar recursos del Gobierno del Estado, al cual muchos ciudadanos contribuyen mediante el pago de impuestos.
Por lo pronto, permítame mencionar que existen varios triángulos más. Destaco en esta ocasión el “triángulo del fraude” o, si prefiere llamarlo así, “triángulo de Samuel”, basado en la hipótesis del sociólogo y criminólogo estadounidense Donald Cressey. Este modelo explica los factores que llevan a una persona a cometer fraude, que incluyen: la percepción de necesidad económica no compartida por otros, la oportunidad percibida y la racionalización. Las justificaciones comunes de quienes cometen fraude son: «Solo estoy tomando prestado el dinero», «Me lo merezco porque me lo deben», «Mi familia lo necesita» o «No me pagan lo suficiente por mi trabajo». Lo invito a analizar por sí mismo en qué triángulo cree que se mueven en Palacio de Cantera.
Le animo a seguir leyéndonos la próxima semana.
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