“Hay un remedio para las culpas, reconocerlas”
Franz Grillparzer
De reconocerse el “mea culpa” que Miguel Treviño, el alcalde de San Pedro, expresó en su Informe de despedida diciendo que «… les pido disculpas porque hubo momentos en que preferí imponer mi voluntad, cuando lo que se requería para crear comunidad era escuchar, dialogar y persuadir».
Pero se equivoca el Edil de nuevo, porque más que persuadir (según la RAE significa inducir, mover u obligar a alguien con razones a hacer o creer algo), lo que Treviño ocupaba era convencer y para ello le hicieron falta argumentos y estrategia.
Las disculpas del alcalde llegan tarde, muy tarde, demasiado tarde, cuando la comunidad se ha formado ya una muy mala imagen, la cual será muy difícil de revertir. Tarde porque afectó la vida de muchas personas y tarde porque aceptar su error a estas alturas no revierte los daños.
Paradoja, a Miguel le faltó comunicación para socializar y sustentar sus proyectos, no fue capaz de construir mensajes para “venderle” a los sampetrinos sus ideas y convencerles de las bondades de sus proyectos.
Obnubilado por el poder y al grito de “en San Pedro nomás mis chicharrones truenan”, poco le importaron las quejas, protestas, críticas y señalamientos; se encerró a piedra y lodo en su despacho y desde ese castillo buscó imponer su voluntad en un reino que únicamente existía en su imaginación.
Fueron tantas las señales.
Concluye Treviño su mandato con una imagen diametralmente opuesta a la que tenía cuando llegó al puesto y no podrá culpar a nadie de ello, porque él mismo fue el artífice de su descalabro.
Tal vez le acepten las disculpas aunque insisto, llegan tarde, muy tarde.