Hace algunos ayeres, platicando largo con mi gran amigo Pedro Pablo Treviño del Bosque que tuvo la mala ocurrencia de morirse, hablábamos de un político de nuevo cuño que había sido su secretario particular. De cuna de medio pelo, siempre soñó con pertenecer al jet set del Club Campestre y vivir en la exclusiva Colonia del Valle, ya que, siendo hijo de abogado modesto pero de ambiciones sin límite, reteso de complejos, soñaba con hablarse de tú con la alta sociedad y lo logró, hoy escupe por un colmillo, cuenta con gran fortuna y hasta posee un avión Lear Jet 52 para sus frecuentes viajes.
Cualquiera podría imaginar que estoy refiriendo a Samuel García gobernador de Nuevo León que es muy similar su historia, pero tal vez con un poco más de soberbia y, sobre todo, insaciable urgencia de convertirse en ser más poderoso económicamente, cuando no hace mucho, -dicho por él- cargaba los bastones de golf de papi en un modesto campo público en Cadereyta por unos cuantos pesos de propina, quitándole la oportunidad a un caddie que a eso se dedica.
Los constantes viajes a New York inventando motivos para pasear en la Gran Manzana tanto él como su princesa caramelo, que se sigue lamiendo las heridas por no ser alcaldesa regia, son reflejo inequívoco de la enorme satisfacción que les provoca viajar acumulando millas y estoy seguro que no lo hace en avión privado porque algún Pepe Grillo advirtió el escándalo mayúsculo que caería sobre su ya demeritada imagen, porque ¿para eso compramos, que caray, el King Air? no precisamente combatir incendios forestales.
Sami el mentiroso-mentiroso posee ese gen y morirá con él. Es un muchacho inmaduro arrogante, picudo y presuntuoso que, habiendo nacido en el límite de la clase media y la aristocracia, ha luchado hasta la fatiga por estar en la lista de Forbes, aunque esto sea inmoral y delictivo. El selecto grupo de pudientes amistades, ahorita lo invitan a su mesa cuando antes no respondían a su llamada y hasta lo convidan que se convierta en compadre, situación que NO se dio con Elon Musk que lastimosamente declinó la invitación de bautizar a su cría.
Esa es la denominación que definía Pedro Pablo como trepador social, el que habiendo nacido pobre, guarda ilusiones de rico, lucha hasta lo indecible por colarse al festín de los pudientes sin importar el cómo, lo importante es llegar. De ahí, la enorme preocupación por presumir de mentiroso con frecuencia los relojes millonarios y los autos eléctricos que guarda en su cochera a sabiendas que Juan Ciudadano imagina el extraordinario costo de las exclusivas unidades cuando se chuta cuatro horas diarias para abordar un camión chino de los que mintió haber comprado re-manufacturados y que… ¡jamás llegaron! Lo que sí se conserva, es la angustia, desesperación y rabia por la frustración de pueblo pobre y gobernador inmensamente rico… pero ladrón ¿Cuándo abrirá los ojos Samuelito? ¿Cuándo entenderá que, si es insultantemente millonario, es por su deshonestidad? ¿Y que, sí entendemos que es producto de una pandémica enfermedad de muchos políticos – ¿todos? – que suelen ser ladrones de ocasión? Pero que, recordando a uno de esos pillos, el dicharachero Miguel Ángel García: Hay que ser marranos, pero no trompudos y los políticos antes de Samuel, tal vez fueron deshonestos, pero al menos con un poco más de clase y categoría, no vulgares ladrones cínicos como este trepador social que desayuna con mimosas en el Casino Monterrey.
