“No existe la casualidad, y lo que se nos presenta
como azar surge de las fuentes más profundas”
Friedrich Schiller
Un amigo me llamó ayer para hacerme notar algo que llevo fácilmente más de 25 años viendo, pero que nadie en todo este tiempo me había comentado: la enorme cantidad de ocasiones en que los textos que escribo son increíblemente coincidentes con los que redacta en su espacio “El Abogado del Pueblo” en El Norte.
Me decía mi interlocutor que él ya se había percatado del detalle y me preguntaba si frecuentaba los mismos lugares que el redactor del afamado “Fricasé” o teníamos amigos comunes y le respondí, sin temor a vacilar, que estoy total y absolutamente seguro de que no es así; ni yo voy a los sitios pomadosos en los que ellos (los señores Junco) se reúnen con sus cuates, ni ellos frecuentan las piqueras y lugares de medio pelo a los que yo acudo, de manera que la similitud no es más que eso, una simple coincidencia.
Pero en realidad no es tanta casualidad, sino el simple y llano análisis del entorno en que vivimos, los problemas que como sociedad enfrentamos, lo que nos duele a todos y en ocasiones aquello que es susceptible de mejorarse.
Y mi amigo insistía: “¿Por qué, habiendo tanto parecido, es que no escribes en su periódico?”. La respuesta fue fácil: no lo sé, nunca se han interesado en mi pluma, será que cuando empecé había monstruos como don Carlos Ortiz Gil o don Ricardo Omaña, a los que siguieron extraordinarias plumas como las de mi querida Rosaura Barahona y el entrañable Felipe Díaz Garza, con los que me hubiese encantado compartir espacio. El caso es que no se dio.
Anécdota para la egoteca personal. Aunque buena parte del tiempo pretendo escribir textos que se alejen de lo que la mayoría de los comentaristas abordan, no puedo sustraerme a ciertos temas que nos atañen a todos y es ahí cuando surgen estas coincidencias que ni me llenan, ni me vacían, sino todo lo contrario.