En el marco del Día Mundial de la Información sobre el Desarrollo, es crucial hablar claro: “la movilización de la opinión pública en torno a los problemas del desarrollo ha sido, en gran medida, un fracaso calculado”, señala Norberto Maldonado, experto en tecnología. Desde los años 70, los gobiernos y las instituciones internacionales han proclamado la necesidad de cooperación y ayuda para los países en desarrollo, pero ¿Dónde están los resultados tangibles? ¿Cuántas promesas de prosperidad y crecimiento económico siguen siendo eso, promesas vacías?
La brecha económica entre los países desarrollados, emergentes y pobres es una de las más persistentes y notorias en el escenario global. Esta diferencia puede medirse a través de varios indicadores económicos, siendo el Producto Interno Bruto (PIB) per cápita uno de los más utilizados, ya que refleja el ingreso promedio de una persona en un país.
En contexto, los países desarrollados con sus economías avanzadas y altos niveles de industrialización reportan un PIB per cápita de entre 40 y 80 mil USD; los países emergentes quienes experimentan un crecimiento económico rápido sin alcanzar a los primeros están entre los 6 y 20 mil USD de PIB per cápita; y los países menos desarrollados, con economías frágiles y altos niveles de pobreza están entre los 500 y 2 mil USD PIB per cápita.
“Se nos ha vendido la idea de una interdependencia solidaria entre los países desarrollados y los países en desarrollo; la realidad es que esa cooperación internacional beneficia sistemáticamente a los primeros, manteniendo a los segundos atrapados en un ciclo interminable de pobreza y dependencia. El llamado desarrollo global es un pretexto para el saqueo de recursos y la explotación de mano de obra barata”, resalta el experto, bajo el racional de que un ciudadano promedio en un país desarrollado gana entre 4 y 10 veces más que uno en un país emergente y hasta 80 veces más que uno en un país pobre.
Los gobiernos de los países más avanzados deben intensificar sus esfuerzos para movilizar a la opinión pública, dicen, para que comprendamos la «interdependencia» de estos esfuerzos. Pero, ¿acaso la ciudadanía de estos países no debería cuestionar si su ayuda realmente contribuye al desarrollo, o si más bien perpetúa un sistema de dominación económica que sigue alimentando la brecha entre ricos y pobres? ¿Cuándo veremos a las grandes potencias asumir su responsabilidad por las desigualdades que ellas mismas han ayudado a crear y perpetuar?
Por su parte, los gobiernos de los países en desarrollo deben concienciar a su población sobre los beneficios y sacrificios que conlleva el desarrollo, nos dicen, sin aclarar cuáles son y el costo que implica en términos de soberanía, corrupción o destrucción del medio ambiente en nombre del progreso.
“No nos engañemos: mientras persista una brecha digital que impide el acceso equitativo a la información y las tecnologías más básicas, no habrá desarrollo verdadero. Mientras los avances científicos y tecnológicos sean privilegios exclusivos de los países ricos, el desarrollo seguirá siendo una utopía inalcanzable para millones”, subraya Maldonado.
Finalmente para el experto, la ONU y sus resoluciones no pueden seguir siendo cómplices pasivos de un sistema injusto. El desarrollo debe ser inclusivo y justo, o no es desarrollo en absoluto. Si las nuevas tecnologías y la globalización son realmente las claves para el progreso, entonces las barreras que hoy limitan el acceso a estas deben ser eliminadas con urgencia. La cooperación internacional no puede seguir siendo un juego de poder donde unos pocos deciden el destino de las mayorías.
Para finalizar, el también presidente de la Fundación Kooltivo, invita a que la opinión pública abra los ojos para dejar de recibir promesas vacías o “cumbres de buenos deseos”, porque la verdadera necesidad está en: la justicia económica, la igualdad de derechos, un acceso real y equitativo a los avances científicos y tecnológicos.