4 Siempre he pensado que el ilustre boticario Dante Alighieri no rimó muy bien los gramos de alguna de sus pócimas contra la malaria y al tragarla de descompuso un poco las entendederas. Si fue así, no lo previno contra la enfermedad que, dicen, lo llevó a la tumba. Eso sí, el estrago en los sesos lo encumbró como uno de los más grandes poetas. Sumado eso a su pasión por la política y su curiosa idea del amor, sazonó una de las obras más asombrosas de la Literatura universal… sólo del universo humano, se entiende; alienígenas, abstenerse. Se dice que don Dante escribió su Divina Comedia cuando ya andaba a salto de mata evadiendo la pena de muerte en su natal Florencia. Difícil fue para él reconciliarse con la política florentina, sobre todo porque, como si fuera panista, solía empeorar las cosas y por eso murió en el exilio. No prosperó su venganza contra el partido de los güelfos negros; no en los hechos, sí en el papel. Ahí creó un Infierno para torturar a sus enemigos, y un Purgatorio y un Cielo para premiar a sus amigos. En lo personal, me angustia cada círculo del Infierno de Dante. El poeta entra a ese mundo alucinante y, a falta de un xoloitzcuintle, tuvo como cicerone al mismísimo poeta clásico Virgilio. Algo se fumaron ambos, porque los círculos infernales son todo un “mal viaje”. Torturas que en tantos son más ingenuas que simbólicas. Horrores que espeluznan a veces y a veces dan risa. En el noveno círculo, donde conviven o conmueren el fraude y la traición, ya era bastante difícil imaginar siquiera algunos tormentos, con mayor razón a dos poetas haciendo escalada sobre los pelos de Lucifer. Con lo inútiles que suelen ser los poetas para cosas prácticas. Lo cierto es que don Dante no fue visionario, porque en ese último pozo del noveno círculo del Infierno, debió incluir a panista Marko Cortés y su cohorte, y a la ultravoxista-libertaria Lilly Téllez. Comprendo, eso sí, que ni la más retorcida pócima del vate-boticario le cimbraría lo suficiente la sesera como para imaginar castigos para estos apátridas, seguro que por eso mejor los omitió.
3 Estamos otra vez en vísperas de que se cumplan las amenazas de un presidente extranjero que abiertamente ha manifestado su desprecio hacia México y hacia los mexicanos. Así tuviéramos como presidenta a ingeniera Bertha Xochitl (¡Dios nos libre… y nos libró!), las amenazas y las acciones de Trump respecto a México serían las mismas. Su actitud es visceral, no electoral, además es simbólica de lo que piensa más de la mitad de los estadounidenses. La expansión imperial romana fue el sueño de sus “padres fundadores”. Y siguen soñando, sólo han cambiado de métodos. En algunos rincones nefandos de las redes sociales, he visto cómo hay mexicanos que festejan el triunfo electoral de Donald Trump. No tienen idea de por qué ganó las elecciones presidenciales un presunto delincuente con un montón de procesos a cuestas. Tampoco tienen idea de por qué perdió Kamala Harris. Un país que presume poder y riqueza, está en la cola de la fila tercermundista en temas como seguridad social y distribución de la riqueza, entre otras cosas. Es obvio que los “trumpistas” mexicanos conocen Estados Unidos o de lejos, o por encima, o desde el “mall”, o por la ventanilla del viaje turístico. Esta especie de humanoides ven el triunfo de Trump como un triunfo para la derecha… ¡en México! Esperan, y así lo manifiestan, que Trump invada a México para acabar con los cárteles mexicanos, y sueñan no muy secretamente que de paso derroque al gobierno e imponga un gobierno de derecha, títere de Estados Unidos. Esperan que Trump concrete sus amenazas y lance una guerra económica que desmantele nuestra economía. Esperan que Trump presione todos los posibles inversionistas para que eviten a México o salgan de aquí. Esperan, en pocas palabras, la ruina para el país. ¡Qué chulada de mexicanos! Por supuesto esto pone en evidencia que no estamos hablando de política sino de odio, el odio más puro, más negro, más insano. Me recuerdan tanto a la injusta leyenda concretada en el refrán que reza: “Jalisco nunca pierde, y cuando pierde, arrebata”.
2 Dura pero discreta fue la presidenta Sheinbaum en definir la propuesta entreguista de Marko Cortés entre el ridículo y la traición, sin otros matices. Yo excluiría el ridículo, porque suele dar pena o risa, pero en el caso del líder panista, su ridículo no da ni pena ni risa. Por si lo habíamos olvidado, la propuesta de tipificar la nacoviolencia como narcoterrorismo no es nueva, ya la había propuesto muy la legisladora Lilly Téllez. Ambos políticos, uno representa muy nominalmente al Partido Acción Nacional y la otra no representa a nadie, hacen malabares más sintácticos que semánticos para que México se considere tierra de terroristas. Aunque ya clamaron por una intervención militar extranjera para combatir la narcoviolencia, ahora quieren abrir una grieta legal para que Estados Unidos, que no necesita pretextos, nos invada. Recordemos que Estados Unidos, sin que nadie se lo pidiera o autorizada, se auto concedió el derecho a mandar tropas a cualquier país en donde se suponga que hay grupos terroristas operando. Ahora, con un inminente Trump en la presidencia, el riesgo de invasión es muy real. Lilly Téllez y Marko Cortés no son estúpidos, saben perfectamente lo que implica una invasión de esta naturaleza. De entrada, es la militarización radical del país y la derogación de los Derechos Humanos; sería como la narcoguerra del narcogobierno de Calderón, pero a lo bestia. Si no lo imaginan, veámonos en el espejo de Palestina. Sería lo mismo que ahora hace Israel contra civiles, milicianos y gobierno palestinos… ¡Ah!, y también contra algunos terroristas. Con la diferencia que en el fondo del conflicto de casi todo Medio Oriente contra Israel hay un objetivo político. En México, el único objetivo político es el de la derecha contra el régimen de la 4T. Lo que hace muy evidente que lo único que buscan Téllez, Cortés, y sus focas amaestradas, es derrocar a un gobierno, no a los grupos criminales que, por cierto, se desenvuelven con sospechosa comodidad en estados gobernados por el PAN.
1 Regresando al curioso Infierno de Dante, en ningún momento imaginé al ministro Pérez Dayan masticado por las fauces de Lucifer en el noveno círculo infernal, el de los traidores. El ministro no oculta su oposición a las nuevas leyes constitucionales en materia del Poder Judicial (que no reformas), pero fue el único de la camarilla de canallas ministeriales que fue honesto y consistente con sus principios y con la Constitución. Los otros que rechazan esas leyes, sí que hicieron el ridículo “maromeando” entre leyes nuevas, viejas o imaginadas, para intentar permitir que la propuesta de González Alcántara mutilara a la Constitución. Y no nos metamos en honduras de definir lo que es el Poder Constituyente, que es el único que está por encima de los tres poderes del estado. El tufo a traición flota en el aire, pero el aparente triunfo de la legalidad al desechar la propuesta del ministro González Alcántara, también puso en evidencia muchas cosas. La primera fue la deliberada incapacidad del propio ponente como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Su propuesta era tan improcedente que no debió siquiera ser admitida, sólo desechada sin más trámites. Fue ilustrativo también el debate que quiso forzar la mayoría calificade de ministros por una minoría descalificadora. La infame ministra Piña sigue siendo incompetente como jurista y como política. La amenaza de llevar el tema a una corte internacional es también traidora y ridícula. La razón es simple: ningún tribunal extranjero, sea de un país o de una organización internacional, tiene competencia y preeminencia sobre la Constitución. Ni siquiera los tratados internacionales las tienen.
0 He visto que muchos simpatizantes y militantes de la 4T festejan con excesiva euforia que se haya desechado la propuesta mañosa del ministro González Alcántara. Lo ven como LA DERROTA de la oposición. Me parece muy aventurada esa actitud. La oposición al régimen, dentro y fuera del Poder Judicial, no está derrotada. Está vapuleada, eso sí. Jueces, magistrados y ministros siguen con la sartén de las leyes por el mango. Son expertos en todo género de triquiñuelas para seguir siendo un obstáculo para la continuidad de la 4T. Lo son ya, demorando decisiones sobre el proceso electoral de 2025. El ministro Láynez ya aconsejó incluso cómo seguir minando a la Constitución a través de amparos. Si se conjuran estas trabas, los juzgadores podrán otras, siempre de común acuerdo con partidos opositores y otros titiriteros desde los “poderes fácticos”. La corrupción y la filiación política del Poder Judicial es ya inocultable. La oposición sigue, y seguirá. Y la narcoviolencia, muy convenientemente capitalizada por entes como Cortés y Téllez, tampoco se detendrá. Por una parte, impulsada deliberadamente por intromisiones abiertas o secretas de Estados Unidos (caso de ”El Mayo”); o bien por la imposibilidad de los cárteles para negociar con el gobierno federal, lo que, sin duda, demuestra que la 4T no ha sido ni es un narcogobierno… como sí lo fue el de Felipe Calderón.
Ceterum censeo… La presunta intención de proceder legalmente contra el líder del PRI, Alejandro “Alito” Moreno no debe quedarse sólo en intención. A todos, pero sobre todo a él mismo, le conviene que se le juzgue ahora. Todavía puede hallar entre los juzgadores alguno que le haga “el paro” y, como ha sucedido en otros casos de corrupción y hasta de delitos mayores, lo exculpe en uno de los legendarios “sabadazos”. Lo que ya me parece hasta indignante es que, cada que se propone aplicar las leyes sobre un político (o ministro, magistrado, juez), de inmediato se acuse de “persecución política”. Ya va siendo hora de que se empiece a quitar a las leyes el estigma de lo “políticamente correcto”. El argumento de “persecución política” ya se está convirtiendo en símbolo de impunidad. El “petate del muerto” contra la 4T.