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Dune, la Haka y el Jeje 20

3 Me confieso fanático fundamentalista de Frank Herbert. Específicamente de su saga “Dune”. Cacé el estreno de la serie para TV, “Dune: Profecy”, una adaptación desde las diferentes precuelas, secuelas y compendios que han realizado Brian Herbert y Kevin James Anderson. Me encantó ver a Emily Watson interpretando a la reverenda madre Valya Harkonnen; Emily ya me había fascinado desde su inolvidable Bess, en “Breaking the Waves”. Es muy temprano para decir si la nueva serie sobre la saga me parece buena. Sí me parece un buen avance por si no llego a encontrar una versión traducida al español del libro “Sisterhood of Dune” y remontar así a los orígenes de la hermandad Bene Gesserit. Con poco más de seis décadas a cuestas no es hora de aprender inglés, un idioma que, además, nunca me ha gustado. Y menos ese inglés desdentado que popularizó el expansionismo colonialista de Estados Unidos. En la saga “Dune”, no sé cuál era el idioma del imperio Corrino ni el de sus sucesores Atreides. Los concilios imperiales incluyen a las casas nobiliarias (Landsdraad), el monopolio de transporte (Cofradía) y el monopolio comercial (CHOAM). Son una especie de desglose de nuestro G20, con la diferencia que en los concilios imperiales se hacen declaraciones vinculantes. En cambio, en nuestro G20, las conclusiones son la fotografía instantánea de una situación mundial, y sus propuestas de soluciones son como una cartita a “santoclos” o rogativas a “San Juditas”. Pensándolo bien, en los concilios imperiales del universo de ficción de “Dune”, hay un lenguaje común con nuestros “G20s”, “ONUs”, “OEAs” y demás foros internacionales. Las decisiones importantes, las que se realizan, no surgen del concilio sino de las reuniones “bilaterales” o de otra suerte de polígonos. Como en “Dune”, los gobiernos toman decisiones bajo la presión de las grandes fuerzas económicas. Y es frecuente que los líderes políticos sean sólo prestanombres de ese poder económico (¡Ahí te hablan Milei!). La vida humana individual no es relevante, se evalúa como un recurso natural más, como una mina de músculos y cerebros útiles a un solo propósito: generar riqueza para sostener a ese poder económico. Creo que lo más importante del reciente G20 fue la propuesta de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum. No fue una idea que se le ocurrió mientras veía las nubes desde la ventanilla de “clase turista” en un avión. Contra otras propuestas la doctora Sheinbaum propuso acciones que México ya está aplicando, incluso en países de Centroamérica, y cuyos resultados ya son mensurables. En otras palabras, advirtió a los países del G20 que le hagan como quieran, pero México seguirá aplicando el programa “Sembrando Vida” no sólo a favor de México, además a favor de otros países y, colateralmente, a favor de la estabilidad climática mundial. Propuesta idealista, ingenua, poco práctica, ridícula, si se le ve desde las cuentas bancarias de las grandes empresas. Una bofetada democrática si se le ve desde lo que es: la manifestación del humanismo de un pueblo.

2 Desde niño me gustaba ver películas de terror, buenas o malas, aunque confieso que era bastante cobarde en algunas escenas. Con el tiempo me curtí y ya no me aterrorizo tan fácilmente. Eso sí, encontré nuevos terrores horribles: los excesos hemáticos demasiado gráficos y las alturas (mi vértigo se activa hasta en las caricaturas del correcaminos y el coyote). Sobre las criaturas míticas, sólo una me parece despreciable y repugnante: los zombies. Si acaso pueden pasar por alegoría de esa epidemia sociopática que escala cada día hasta alturas presidenciales libertarias. En general, a como está el terror las cintas y series de TV, prefiero ver viejas producciones. Y así estuve en la búsqueda de una serie neozelandesa que ofrecía un terror emparentado con la cultura maorí. Por homonimia, me encontré primero con una película, “The Dead Lands”, 2014, que me entretuvo bastante. No soy un buen crítico de cine, pero a mí me pareció buena. Finalmente hallé la serie “The Dead Lands”, 2020, y tampoco me decepcionó. Muy violenta, como su tocaya del 2014, pero con un atisbo a la cultura y mitos de la antigua cultura maorí. Ya he visto las famosas “hakas” maoríes, pero verlas en esta serie, reproduciendo su contexto original, me encantó. Aclarando: la haka es una combinación de danza ceremonial, canto y excesiva gestualidad, que proclama la fuerza vital de la naturaleza y por extensión la de un grupo. Igual puede servir para retar, aconsejar, honrar, felicitar, y ¡hasta manifestar una protesta social! Como pasó hace poco cuando diputados maoríes, animados por la joven diputada Hana-Rawhiti Maipi-Clarke, se manifestaron así contra el intento de un partido por homogeneizar un país en donde cerca de la quinta parte son pueblos originarios maoríes, otro tanto son inmigrantes asiáticos y de países insulares del Índico y el Pacífico, y el resto es una mayoría de origen europeo, básicamente de ascendencia inglesa e irlandesa. Aunque su gobierno es autónomo, el británico Carlos III reina muy nominalmente en Nueva Zelanda. Pero la autodeterminación y los escaños para diputados maoríes, no han eliminado las graves diferencias y discriminación del gobierno hacia los pueblos originarios. Ahora que, ¿quién propuso aplastar definitivamente la identidad de los maoríes con el pretexto de que los no nativos son “discriminados”? Pues fue el partido ACT, Association of Consumers and Taxpayers; y nótese que en el nombre domina el tema económico. ACT es un partido de derecha, conservador, liberal y ¡libertario! La noticia de la “haka” contra esa injusticia en el parlamento neozelandés me aterrorizó como las buenas películas de terror. Los zombies de la ultraderecha y el neoliberalismo, son tan despreciables y repugnantes como los de las películas, pero son más organizados, más internacionales, más cínicos y, sobre todo, más voraces.

1 A propósito de “pueblos originarios”, en la antigüedad, cuando todos eran pueblos más o menos originarios, se daba una gran importancia a la vejez. El origen del “senado” tiene qué ver con el aprovechamiento de la experiencia acumulada por los viejos, fueron los jueces tribales por excelencia. En la incomprendida cultura mexica, los viejos eran personajes vitales en la organización de los barrios, tanto en la educación como en las decisiones. La vejez no se podía desperdiciar. No sorprende que la embriaguez, cuyo castigo normal era la muerte, sólo se aplicaba a menores de 50 años. Un dato curioso sobre la Justicia entre los mexicas es que el proceso contra un delincuente se debía realizar al día siguiente de ser identificado, y la conclusión del juicio con todo y apelaciones, no debía superar los dos días. Los testimonios en el juicio eran confiables, porque había en los mexicas un cuidado muy especial en ser precisos en las palabras, y que éstas fueran coherentes con la personalidad (el “rostro”), e incluso con la gestualidad. Lo que nos remite a su sistema educativo. ¿Qué obligaba a los jueces a dictar condenas justas de acuerdo a sus leyes? Pues que aquel juez que erraba deliberada o negligentemente su dictamen era castigado con la muerte. Lo interesante en este sistema penal, en donde casi todo se castigaba con la muerte, es que no diezmó a la población mexica. La muerte seguro fue un buen elemento disuasivo para el delito, pero no superior a la educación que, nobles y plebeyos, estaban obligados a recibir. Lo que nos regresa a los viejos como actores importantes en la educación, y por lo tanto, en la estabilidad social. Si tuviésemos el mismo sistema penal que los mexicas, me temo que hoy, con el retraso educativo acumulado y el énfasis que se puso durante años en el dato por sobre el conocimiento, que es integral, todos los días tendríamos condenas a muerte, incluso contra muchos juzgadores. Tal vez los viejos que somos, ya no somos sabios como aquellos venerables mexicas. Al menos yo no lo soy. No tuvimos una educación adecuada. Como además no somos convidados a la organización de la sociedad, nos refugiamos en la nostalgia y la necedad… O el cinismo, como los juzgadores rebeldes que están prefigurando provocar una crisis jurídica muy grave, porque se resisten a ser elegidos y conspiran contra la Constitución y contra el Poder Constituyente. Lo que me recuerda a un coetario que recién me compartía la necesidad de que la sociedad se rija por los evangelios, los únicos cuatro que él conoce y con la particular interpretación que él les da; evangelios que, doy fe, le importaron un comino durante 60 años. ¿Converso? ¡Converso Pablo! Lo demás es aferrarse al clavo ardiente de una redención que no construyó durante esas seis décadas. No existen las ofertas del “buen fin” de la vida, ni de una trayectoria judicial corrupta.

0 La escalada bélica que están causando Estados Unidos, la OTAN, Ucrania, Israel, Rusia…, nos remite invariablemente a intereses económicos, sobre todo los de Estados Unidos. No me explico cómo nuestro vecino y principal socio comercial ha podido mantenerse siempre en guerra abierta o encubierta en algún lugar del mundo durante tantas décadas. Seguro que es muy buen negocio. Si notamos su rezago en temas sociales básicos como la educación, la atención médica, la vivienda, entre otros, sólo podemos concluir que el gobierno de Estados Unidos, bajo cualquier régimen, no es el pueblo estadounidense sino una élite que, tras republicanos o demócratas, es la misma y se comporta como un depredador. La riqueza que logra arrebatar a sus víctimas no se limita a otros países, también incluye a sus propios ciudadanos. Estados Unidos es la utopía que seguimos en México durante muchos años. Admirábamos su progreso, porque no sabíamos que en gran medida lo pagábamos nosotros. Al romper ahora con esa tendencia, no es de extrañar que haya mexicanos que se resistan al cambio y que haya personajes como Donald Trump que intenten imponernos el destino que nos negamos a aceptar. La amenaza de deportación masiva con la intervención del ejército estadounidense, es una chispa que puede encender una hoguera más, como las de Ucrania y Medio Oriente. ¿Tierras para “campos de detención y deportación” ofrecidos amablemente por la comisionada de la Oficina General de Tierras de Texas, Dawn Buckingham? ¿No les recuerda algo ese nada novedoso método? El origen racista, supremacista, es evidente. El virtual presidente Trump, que perfila un gabinete digno de una galería de terror, promete luchar por lograr la paz entre Ucrania y Rusia; acusa al presidente Biden de causar esta grave crisis que mantiene al mundo sobre ascuas ante la posibilidad de acabar debajo de ellas. Sí, muy pacifista don Trump, pero no es la misma actitud en la frontera con México, en donde incluso anuncia movilización militar. Trump es el motivo por el que esta vez el G20 no podrá aplicar sus consensos; aunque normalmente no lo hace. Celebro la presencia y el posicionamiento de la presidenta de México, la doctora Sheinbaum, pero los acuerdos reales con México y para el mundo no surgirán de su propuesta antibélica sino su agenda de reuniones con otros mandatarios y diplomáticos. No desestimo su propuesta. Reducir el presupuesto bélico para sembrar parece ingenuo y hasta bobo, pero sólo para quienes están obstinados en devastarlo todo. ¿Paz? La paz se construye con las manos, pero antes hay que soltar las armas. No puede haber Paz en donde no hay Justicia.

Ceterum censeo… James A. Robinson, Premio Nobel de Economía 2024, vino a México. En una rueda de prensa habló sobre varios temas relacionados con la actualidad mexicana. Sobre el sistema judicial y la elección de jueces, dijo: “Aquí hay un proceso democrático. Hay que tener fe en los ciudadanos de México, hay que tener fe en que la democracia va a poder ser atendida y será vista como un desafío, porque también esto puede ser un desafío para invertir en la sociedad, en la educación, en todo esto. Yo no soy un experto, pero hay que darle una oportunidad a los ciudadanos mexicanos para ver si pueden estar a la altura de los desafíos”. Creo que todo el párrafo debería ser tatuado con agujas romas en la parte más baja de la espalda de algunos ministros, jueces y magistrados, con las palabras “democrático” y “democracia” en mayúscula cerrada y negritas.

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