“Un historiador es un profeta al revés”
José Ortega y Gasset
Aquel 6 de agosto de 1978 era domingo y como escribía un reportaje decidí llegar temprano a la redacción de El Diario de Monterrey para, aprovechando la tranquilidad de la sala vacía, poder avanzar, de manera que llegué poco después de las dos de la tarde.
Antes de entrar a la redacción y al pasar por el cubículo de los teletipos vi que estaba todo el material del día, por lo que entré y al tener tiempo me puse a cortar y ordenar un poco aquellas largas tiras de notas; en eso estaba cuando de pronto todas las máquinas empezaron a escribir de manera frenética, voltee a mirar qué ocurría y el texto en aquel breve avance era lacónico: “El Papa Paulo VI ha muerto”.
La noticia me cimbró, el Santo Padre estaba mal de salud pero nadie imaginaba que en peligro de muerte. Miré hacia la redacción y me di cuenta que estaba completamente solo, por lo que permanecí ahí, leyendo cada nota que llegaba aportando más información sobre el deceso.
No sé cuánto tiempo pasó, pero después de un rato, cuando se enteró de la noticia, llegó presuroso Arturo Garza, el encargado de la primera sección, quien tomó toda la información y se dispuso a darle orden para plasmar en la portada del día siguiente aquella noticia.
El mundo entero siguió la sucesión papal y el 26 de agosto fue designado Juan Pablo I. Pasarían tan solo 33 días para que el nuevo Papa muriese.
Y otra vez, ahora ya muy tarde la noche del 28 de septiembre de aquel año, me tocó estar en el área de teletipos y ser testigo directo de aquel repiquetear de las máquinas que anunciaban que el cuerpo de Albino Luciani había sido encontrado sin vida en su habitación, llenando al mundo de tristeza.
En aquella ocasión fui testigo de cómo aquel hombre sabio que era don Arturo Garza modificaba su portada para destacar el fallecimiento del Papa.
A lo largo de la vida he atestiguado muchos hechos que han marcado el rumbo del mundo, sin embargo la muerte de estos dos papas y haber estado en la sala de teletipos, le dan a mi vida como periodista un toque especial que hoy, con las celebraciones de los 50 años de la fundación de El Diario de Monterrey, puedo recordar.
Fe de erratas: ayer recibí un atento correo de quien posee una de las voces más hermosas que se ha escuchado en la televisión y radio regiomontanas, Ingrid Brunet, quien me aclaró que su señora madre, la entrañable Margarita, no trabajaba en El Diario como erróneamente comenté ayer, sino que como propietaria de su propia agencia de publicidad tenía tratos comerciales y por ello era común verla casi a diario en el lugar.