“Pueden prohibirme seguir mi camino, pueden intentar forzar mi voluntad.
Pero no pueden impedirme que, en el fondo de mi alma, elija a una o a otra”
Henrik Johan Ibsen
Aclarando que no es mi deseo adentrarme en una lucha epistolar y que responderé por única ocasión, pretendo hacer algunos comentarios (que no dar respuestas) a lo publicado el viernes pasado en Monitor Político en un escrito signado por Ivonne Escárcega de PRODAN A.C. y Gerardo Prado Hernández de Huaperros, sobre el tema de la propuesta ante el Congreso para impedir el acceso de menores a las plazas de toros.
En principio el texto no aporta ningún elemento que rebata el derecho de los padres de decidir la mejor forma de educar a sus hijos y los lugares a los que pueden o no llevarlos, punto principal de mi publicación del pasado 28 de noviembre.
La carta enviada, según mi punto de vista, contiene imprecisiones y falsedades, como por ejemplo: “No abordaremos la inconstitucionalidad actual de las corridas de toros”. No existe ningún precepto en la Constitución que prohíba la realización de los espectáculos taurinos.
Otra más: “La tauromaquia fue declarada por la ONU como violatoria de los Derechos del Niño”. Falso, Naciones Unidas no se ha pronunciado sobre este tema en su Asamblea General y lo expresado al seno de un comité fue una “recomendación”, misma que los países miembros pueden o no acatar.
En la propuesta, queda claro que no se sugiere la prohibición de acceso a menores a las corridas de toros, sino simplemente que se tomen medidas para “protegerlos en su calidad de espectadores”, por lo que para cumplir su premisa se requiere primero que sean espectadores y para ello necesitan forzosamente entrar a las plazas..
Sobre esta recomendación, valdría la pena que antes de repetir argumentos, los firmantes tuviesen el cuidado de verificar antecedentes y datos. Dicho material fue hecho y presentado (ojo con este término) al Comité por la Fundación Franz Weber.
Si los autores de la misiva del viernes tan preocupados están por la niñez, deberían investigar de dónde provienen sus fondos, así como de la World Wildlife Fund y se espantarían al enterarse de que detrás está el dinero de grandes empresas petroleras que contaminan el aire y los océanos del mundo y que financian la lucha antitaurina como una “cortina de humo”.
Volviendo al tema de los menores, más inexactitudes: “Existen numerosos estudios de psicólogos, criminólogos, sociólogos y expertos en neuroimagen que constatan que la exposición a la violencia en la infancia y la adolescencia puede contribuir a normalizar la violencia y a fomentar actitudes de aceptación de la agresión”, una verdad a medias o una medio mentira, porque no se hace referencia directa a la tauromaquia, además de que “numerosos estudios” es totalmente vago e inexacto.
En contraparte, y aquí sí con nombres y autores, presentaré dos ejemplos que afirman de manera categórica lo contrario. Por una parte el estudio “Posibles repercusiones psicológicas de las corridas de toros en niños menores”, elaborado por profesionales de distintas universidades españolas bajo la coordinación del Dr. Enrique Echeburua Odriozola; y el firmado por el Dr. Juan Alberto Cárdenas Medina, Psiquiatra y Paidopsiquiatra, denominado “Evaluación del impacto emocional y conductual que generan las corridas de toros en una muestra de niños y adolescentes del Centro y Bajío de la República Mexicana”
Siguiendo con las mentiras: “En la tauromaquia, ningún torero inicia esta profesión después de los 18 años… y no son los hijos de los aficionados los que realmente entrenan para hacerse toreros, son mayormente los niños de otras familias”. Falso de toda falsedad, un alto porcentaje de los participantes provienen de familias enteras que han practicado esta disciplina.
Finalizo reiterando el llamado a que los antitaurinos dejen de utilizar a los niños en su propósito de prohibir la Fiesta Brava, al tiempo que les exhorto a poner en práctica valores como la tolerancia y el respeto a la diversidad de opiniones; es válido pensar diferente y es mejor respetar a quien piensa distinto.