Antes que nada quiero agradecer al patrón por permitirme un espacio en el portal de ScriptaMTY, en donde pondré a su consideración un tema…más del acontecer político de nuestro estado.
Para empezar quisiera comentar respecto a la ideota de Doña Arellanes, la alcaldesa de Monterrey, que por más que trato de entenderla nomás no puedo $aber cómo se le ocurrió aprobar la venta de cerveza en los cines con el pretexto del Mundial de Futbol Brasil 2014.
La Doña nomás ve la tempestad, pero no se hinca, yo pregunto cuántos muertos más quiere por culpa de conductores alcoholizados para entender que el tejido social no se regenera con más venta de agualoca. La neta, se baja el cero y no contiene.
Al paso que vamos, al rato a los cines les va a autorizar quinielas promovidas por chicas de muy buen ver y en ropa antojable como las que hay en algunos restaurantes de la localidad y que son la delicia de muchos, claro que sí, y quien esté libre de pecado que lance la primera piedra… Pero eso sí, todo en su debido espacio, porque las mezclas son las malas.
Imagínense que vayas con tu familia a ver una película y al salir de topes con una bola de embrutecidos sujetos envalentonados por la ingesta de agualoca en proporciones desmedidas y que empiecen pasarse de graciosos con las damas que te acompañan. No soy alarmista, pero son escenas que pudieran darse y degenerar en bronca…
La neta que para allá vamos y yo no sé si el dueño de los cines hayan medido las cosas, pero como que no son el lugar para eso, pero allá el, lo que no se vale es la insensibilidad de un municipio centavero porque para que haya un permiso debe haber lana de por medio…
Yo no sé que comieron o tomaron en el Municipio para aprobar esta megajalada, pero allá ellos que se creen muy listos y creen que en Monterrey viven ilusos que no ven que atentan contra su inteligencia… y me despido comentándoles una platica que escuché un día entre un político y un mortal común y corriente, pero no respondo chipote con sangre por aquello de que alguien se sienta agraviado:
El mortal común y corriente le pregunta al político: ¿Eres honesto?
A lo que el político vestido impecablemente y todo correcto se reacomoda en su sillón de piel y le responde tajantemente: ¡Claro que sí!
Acto seguido el mortal común y corriente insiste: ¿Honesto, honesto?
Y el político inmaculado responde no sin antes volver a reacomodarse en el sillón: ¡Por supuesto!
El mortal común y corriente vuelve a preguntar: ¡Honesto, honesto, honesto, honesto!
A lo que el político reacciona y primero se acomoda en su sillón y se inclina hacia el mortal para hablarse de cerca y en voz baja y le dice: ¡Bueno, pendejo no soy…!
Hasta la próxima!
