Fue un loco feliz. Transitó por este mundo regalando alegría. Nunca lo vi de mal humor, siempre sonriente. Diego López Cruz impuso un sello diferente de hacer política y sindicalismo.
Ocurrente, dicharachero y algunas veces irreverente, este hombre bueno se ganó el cariño y la amistad de quienes lo conocimos por su don de gente y ese bendito impulso de ayudar al prójimo. De extender su mano solidaria cuando más lo necesitabas.
Ocurrente, dicharachero y algunas veces irreverente, este hombre bueno se ganó el cariño y la amistad de quienes lo conocimos por su don de gente y ese bendito impulso de ayudar al prójimo. De extender su mano solidaria cuando más lo necesitabas.
Eterno aficionado al beisbol, hábil jugador de ajedrez, católico fiel y fanático de Pedro Infante, el «Jefe Diego» tenía otra pasión: su familia, a la que protegió hasta su último aliento como padre amoroso y abuelo querendón.
Un mal día, quizás por repartir tanto amor, Diego López enfermó del corazón y fue sometido a una delicada operación de esas de pronósticos reservados y en el quirófano estuvo al borde de la muerte.
«Vi a la Virgen que me vino a dar de comer cucharaditas de sopa de pollo, salí de la oscuridad y en mi inconsciencia dije, ¡ya chingue!», solía contar y después simplemente esbozaba una contagiosa sonrisa que animaba el entorno.
Diego incursiona en el sindicalismo en tiempos en que don Napoleón Gómez Sada dirigía en el país a los mineros.
El era obrero en Fundidora Monterrey, plaza que obtuvo tras la muerte accidental de su padre en las entrañas de uno de los enormes hornos de la Maestranza.
Su espíritu de lucha y servicio en la defensa de los trabajadores lo llevaron a representar al sindicato metalúrgico en la 62 Legislatura del Congreso del Estado, gobernaba Nuevo León, Alfonso Martínez Domínguez » mi maestro y guía» le llamaba Diego a este político ortodoxo y de colmillo retorcido.
Y fue justamente en las curules de la primera legislatura pluripartidista, allá por los años 70’s, donde conoce a don Agustín Serna Mendoza, que a la postre lo convence para incorporarse a la CROC, entonces una incipiente central obrera dirigida con mano férrea por José Gonzales Alvarado un líder estricto y de armas tomar.
Ahí el viejo sindicalista presenta a Diego con su hijo, un joven inquieto y combativo que iniciaba en las lides sindicales: Agustín Serna Servin, con quien el ex minero entabla una amistad apoteósica que al paso del tiempo trasciende los lazos sanguíneos.
Juntos Agustín y Diego emprenden una feroz batalla por conquistar nuevos espacios gremiales poniendo énfasis en el rubro del transporte y consiguiendo, a base de «chingadazos», importantes contratos colectivos de líneas de autobuses enclavadas en la zona del Bajío.
En la CROC Diego López es regidor durante la alcaldía del panista Jesús María «Chema» Elizondo y regresa al Congreso en el 2006 para cubrir un período en el que se distinguió por ser un diputado aguerrido y pintoresco.
Cuentan que en una ocasión en medio de un ambiente polarizado y tenso por la inminente Reforma Electoral, los diputados del PAN tomaron la tribuna con la intensión de presentar por la fuerza tal iniciativa.
En la intentona por recuperar la plaza Diego encabezó a un grupo de legisladores priìstas que a golpes se abalanzaron en contra de los insurrectos.
Recién operado a corazón abierto al croquista no le importó su condición física y le entró parejo a los catorrazos.
—«Diego no pelees estas recién operado del corazón, deja que otros tiren chingazos «, lo conminó preocupado uno de los diputados.
—» Me operaron del corazón no de los huevos», respondió y siguió dándole duro a la refriega.
Así era Diego López Cruz un tipo valiente y entrón, sobre todo cuando alguien osaba vulnerar sus convicciones y lastimar sus intereses.
Ayer su corazón dejo de latir, no dio para más y este gran ser humano se fue a conocer el gran misterio.
Jugadas del destino, curiosamente Diego se despidió de este mundo en momentos en que la CROC de Nuevo León rendía un homenaje post mortem a su amigo, compadre y hermano Agustín Serna
Servin con quien escribió importantes páginas en la historia de la política, del sindicalismo y el béisbol.
Siempre pensé que al morir Agustín el pasado 19 de enero, Diego también empezó a morir cada día poco a poco.
Ahora ya están juntos otra vez y seguramente Dios esta alegre al tenerlos a su lado en un lugar especial del paraíso.
Hasta siempre Jefe Diego allá nos vemos.
