Qué “puñis” nos resultó el diputado local del PRI, Eugenio Montiel Amoroso, quien salió con la “jalada” de reformar una Ley para sancionar el uso del lenguaje del Gobernador.
Hágame usted el “refabron cavor”. A Don Bronco no hay que tomarle en cuenta su lenguaje. El Papa Francisco viene a México y, aunque volando pasará por Nuevo León, el milagro no le alcanza.
Jaime Rodríguez Calderón, como el árbol, nació torcido en ese valor y aunque la rama cruja, no hay entuerto que lo enderece. A lo mejor hay que quitarle algo de… “pá qué te digo”. Y no nada más a él.
Para eso, habría que recurrir a la memoria de Don Hermenegildo “El Maistro” Torres, aunque sólo fuera para ubicarlo en su justa definición, incluyéndonos muchos. ¿Y por qué no?
A Don Bronco, déjelo que hable como quiera. Que siga con sus ocurrencias y que se encamote todo lo que quiera, igual y él solito es el que se va a atragantar.
Lo que el Diputado debe promover son reformas para quitarle a Don Bronco otras mañas y defectos, como las de cualquier mortal y que son su debilidad. Están en los Siete Pecados o los Diez Mandamientos.
Y si de pasada promueve que sean retroactivas a dos administraciones estatales, mejor, para que alcancen los pecados que cometió su hermano, el doctor Gilberto en la Secretaría de Salud.
En ese sexenio, el doctor se “empachó” bien y bonito. Llegó con una mano adelante y otra atrás. Después hasta departamento en Miami estrenó. ¿Ah verdad?….
Así que no hay que pegarle al “Tío Lolo”, o a sus parientes, aquellos que “por ser muy güeyes y muy pendejos, se creían muy chingones”. Pues, cómo no…