La anciana lanza ayes de dolor desea soledad de su cama, aunque estemos otros pacientes en lista de espera para pasar a piso en urgencias de la Clínica 2 del IMSS.
Por lo que sea, sus seres queridos la dejaron sola y constriñe el corazón recordar lo mal agradecido que somos con la gente de la tercera edad.
Lo mismo le pasó a nuestro compañero de cuarto que todo el día durmió entre lágrimas y quejidos. A las ocho de la noche llegó su hija de trabajar con agua fresca y algo de comida.
Sus ojillos apagados se llenaron de amor y fue claro y manifiesto el amor que encendió la fe y la esperanza.
Somos ingratos al pagarles pensiones y jubilaciones de hambre.
De no valorarlos pero viven su casa.
Pero dejarlos solos, semi inconscientes en la sala de urgencias de un hospital, es simplemente la ingratitud del tamaño del mundo.
Porque al paso del tiempo, cuando hayan pasado los años, nos tocará estar solos en la cama de un hospital, ante la indiferencia de la familia.
Sí, en mayor o menor medida, somos malagradecidos con nuestros ancianos.