En medio de un laberinto de corrupción, dónde se encuentra atrapado un grupo de gobernadores voraces, que llegaron al poder solo para saciar su ambición de riqueza, el Partido Revolucionario Institucional gravita en la pesadumbre del desprestigio social.
Con la onerosa carga de negativos, de un presidente de la República priista, odiado por la gran mayoría de los mexicanos y sumido en el oscuro sótano de la impopularidad, el PRI asume parte del descredito gubernamental.
Pero además, con el desatino de no haber exorcisado a tiempo los fantasmas del pasado, que poco a poco fueron carcomiendo su influencia, imagen y poderío, el tricolor se encuentra ahora al borde de un inmenso abismo político.
Octogenario y obsoleto a pesar de su resistencia al ocaso, el otrora partido poderoso y hegemónico, acostumbrado a «los carros completos» arrastra lastimosamente sus pasos hacia la incertidumbre de unos comicios electorales que le pintan de negro el panorama.
Con esa cauda oprobiosa , como una pesada lápida sobre sus espaldas, el Revolucionario Institucional llega a las elecciones del próximo domingo 4 de junio, dónde estarán en juego tres gubernaturas.
Pero además, a sus 88 años de existencia, el Partido se estará jugando también su futuro rumbo a la sucesión presidencial del 2018.
El campo de batalla electoral se antoja sinuoso y se ubica en los estados de México, Coahuila, Nayarit, con renovación de gobernadores y en Veracruz con cambios en las alcaldías en 212 municipios.
De entrada y para su desgracia, en las más altas esferas del priismo nacional ven con resignación que se dé una estrepitosa derrota en Nayarit.
Su candidato Manuel Cota nunca prendió y se encuentra muy a la zaga de Antonio Echavarria de la Alianza PAN-PRD-PT.
En Coahuila las elecciones son un volado, aunque el triunfo podría favorecer al panista Guillermo Anaya quién en las últimas encuestas supera en casi cinco puntos porcentuales a Miguel Ángel Riquelme del PRI.
Por eso a estas alturas Coahuila y Nayarit pasan a un segundo término, no son prioritarias en la agenda del Partido y toda su artillería está enfocada al Estado de México cuna del presidente Enrique Peña Nieto y del poderoso Grupo Atlacomulco, y cuya derrota electoral podría significar el despeñadero del sistema político priísta.
Se habla ya de una elección de Estado, de un «war room» instalado en Los Pinos.
Desde ahí dicen, se toman las grandes decisiones y surgen las estrategias encaminadas a garantizar el triunfo del candidato del PRI, Alfredo del Mazo, un «cachorro de la revolución» impuesto por las cúpulas del poder.
No es para menos, trasciende que un «ejército» de 70 mil priistas de diversas partes del país se encuentran pertrechados en aquella entidad, realizando maniobras por «aire y tierra» con miras a los comicios en los que se dará la madre de todas las batallas electorales de los últimos tiempos.
Vaya, se cuenta que han sido destinados como nunca en el Estado de México, recursos federales por casi 50 mil millones de pesos para aplicarse en programas sociales en plena temporada electoral.
Se descuidan las formas y el descaro del gobierno de Peña Nieto es abierto.
La idea es ganar a como dé lugar esa entidad estrategica en la que se concentra el mayor número de electores en el país.
Evitar a toda costa, que la «joya de la corona» quedé en manos de la oposición, en este caso de Delfina Gómez candidata de Morena, convertida en todo un fenómeno electoral y que llega en empate técnico con Del Mazo en la víspera del Día D.
El PRI, con toda la avalancha de apoyos oficiales y un posible o casi seguro manejo desaseado del proceso, bien podría alzarse con el triunfo y mantener la supremacía en el estado de México, esa es su esperanza.
Pero aún así, podría haber sorpresas desagradables de última hora, que colocarían en una encrucijada fatal al Partido Revolucionario Institucional.
Si gana el PRI sería una exigua bocanada de oxígeno para el Partido anciano que se resiste a morir.
Pero si pierde, sería dar un paso al abismo del ostrasismo político con la consecuente pérdida en el 2018 de la presidencia de la República y por supuesto, del control del pais.
Ahí se las dejo.
