La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar.
–Thomas Chalmers
Tú la conoces, yo también la conozco: a esa persona que mejora tu día cuando te topas con ella; la que se alegra de verte, te abraza con entusiasmo y sabes que lo hace de corazón: ese individuo que puede estar en la periferia de tu vida o incluso como parte muy querida de tus recuerdos, y que aprecias con agradecimiento, porque junto a él es imposible estar afligido.
Son las personas genuinamente felices.
En medio un largo día de compromisos y pendientes, de tratar de encontrar balance entre todas las esferas que forman nuestra vida, en la negra secuencia de quejas, reclamos e insatisfacciones que parecen ser la materia prima de cualquier jornada, estos seres son más que una bocanada de aire fresco: son el recordatorio de que las cosas pueden funcionar de otra manera.
Uno acepta y agradece la suerte que los llevó a nuestras vidas, y en cada uno de nosotros anida la posibilidad de transformarnos en uno de estos ejemplares seres humanos.
Ser feliz es un ejercicio consciente: no se trata de decidir ser feliz y que mágicamente lo logres, sino que trabajas en ello y haces el propósito de conquistar, desde un chispazo de alegría, hasta la iluminación última.
Uno puede pensar en las personas felices como seres un tanto distraídos y ajenos a las complejidades de la vida, pero siento que lo contrario está más cercano a la verdad: son los individuos más atentos al presente, a sus alrededores y, sobre todo, a las personas con las que convive. Saben dar a los problemas su justa medida, y no preocuparse por anticipado.
Ningún consejo puedo darte que no encuentres en un buscador o como resultado de una buena conversación con las personas correctas; pero el viaje comienza contigo y, como lo he afirmado en otras líneas, cada uno es diferente: lo que le funciona a uno hará las cosas aún peores para el otro.
Sólo quiero dejarte, por si te interesa, un par de ideas para probar:
Fake it til you make it, dicen nuestros vecinos del norte. Sonríe, enderézate: crece un par de centímetros cambiando tu postura, y siente cómo se eleva instantáneamente tu ánimo.
También es bueno retirar las anteojeras y poner atención. Sal del saludo convencional y alégrale el día a alguien escuchando de verdad cómo está. Ten un detalle especial para esa persona para la que nunca pareces tener tiempo. Deja de dar a tus amigos y familia por sentados, y, un poco cada vez, recuérdales con lujo de detalle lo que significan para ti. Y no compres accesorios para recordarle a alguien cuánto te importan: sólo habla, mira a los ojos, presta atención.
Y, simplemente, confía. No tienes que hacerlo todo ni supervisarlo todo. Capacita bien a tu subordinado y hará su trabajo con éxito; tu esposo y tus hijos pueden darte una mano en casa, y puedes vivir si la ropa quedó un poco torcida al doblarla. La perfección es opcional en algunos casos. Como lo he escrito antes: elige tus batallas, y gana la guerra.
O, en este caso, conquista tu propia existencia.