El uno de mayo del 2017, en su papel entonces de aspirante del PAN a la presidencia de la República, Margarita Zavala fue despreciada por los panistas, en el estado de Coahuila donde le dieron la espalda.
Ahi, a regañadientes, se vio obligada a atender un evento en una plaza de toros casi vacía en la ciudad de Torreón.
Un mes después, al grito de “¡asesina!, ¡asesina!”, un grupo de ciudadanos, en San Luis Potosí, corrieron literalmente a la ex primera dama de México, cuando trató de depositar una ofrenda floral al pie del monumento a Salvador Nava, un líder social potosino de los noventa y que en 1958, fue el primer candidato independiente del país en ganar una alcaldía.
Estas son, solo dos crudas estampas de muestra, que marcaron el preludio de un futuro incierto para una mujer perseguida por el fantasma de la adversidad política.
Un personaje que por diferencias partidistas renunció al PAN y carga sobre su espalda el oneroso fardo del calderonismo panista, cuestionado y odiado no por pocos mexicanos.
Una política que recorrió parte de la ruta de su fallido regreso a Los Pinos, arrastrando los pies, vacilante; como sombra que va a ninguna parte.
Por eso, su renuncia a la candidatura presidencial era inminente. Un secreto a voces.
Desde hace dos semanas el “cuarto de guerra” de Margarita Zavala prendió los focos rojos de alerta máxima.
La campaña no prendía y se mantenía anquilosada. Gravitando entre tres y cinco puntos en el fondo de las encuestas su proyecto independiente había dejado de ser competitivo.
El punto crítico, de quiebre, ocurrió durante el primer debate del pasado 22 de abril, en el que la candidata sin partido fue la gran perdedora. A partir de ahí la debacle.
Los empresarios que en un principio creyeron en ella le hicieron mutis, la dejaron sola y la abandonaron a su suerte.
Incluso, en medio del infortunio y desahuciada por la elite empresarial, Claudio X. González, con gran influencia en el Consejo Mexicano de Negocios y artífice de inyectarle supuestamente 300 millones de pesos a su proyecto presidencial, buscó en privado a Margarita Zavala, para torcerle la mano y pedirle declinar a favor de su acérrimo enemigo, Ricardo Anaya de la Coalición Por México al Frente. La propuesta fue rechazada en forma rotunda por la dama.
En ese escenario, la esposa del expresidente Felipe Calderón, abandonó la contienda sin declinar por nadie. Dejando tras de si, una estela de especulaciones y cimbrando con su abrupta decisión el panorama electoral, bajo el argumento pueril, de obedecer a una presunta congruencia y honestidad políticas.
A escasos 44 días de las elecciones del domingo 1 de Julio, en el rio revuelto que provocó la renuncia, el resto de los cuatro candidatos tendrán que esforzarse y salir de pesca, en busca de atrapar parte dé un promedio estimado al millón 500 mil votos que tenia asegurados, de acuerdo a los puntos porcentuales alcanzados en las encuestas.
Inteligente, Margarita Zavala no comprometió su apoyo a uno de sus viejos adversarios y audaz, se dispuso a administrar el impacto mediático de la medida.
En una jugada maestra de dos bandas: no da la espalda a sus simpatizantes y se reservó el momentum que provocó la decisión crucial entre la opinión pública y en el mundo de la política nacional.
«No cometió el error de declinar por un candidato, que habría borrado el coraje de su decisión», escribió en un artículo titulado «Margarita Touché» el periodista Raymundo Riva Palacio en su columna Estrictamente Personal.
«Me voy para que voten por el menos malo, el menos corrupto, el menos autoritario», deslizó Margarita, luego de anunciar su retiró de la contienda electoral para dejar, según ella, en libertad a sus seguidores de razonar el sufragio cuando se encuentren frente a las urnas en los comicios más polarizados en la historia contemporánea de México.
Sin embargo, el mensaje subliminal que dejó en esta declaración, si se lee entre líneas lleva el retrato hablado del beneficiario de ese voto inducido, oculto en un sabio juego de palabras.
Por lo pronto, Ricardo Anaya, su altér ego, no puede ser el ganon, pues el sistema se ha encargado a través de la PGR de formarle una imagen de corrupto al involucrarlo en un complicado caso de lavado de dinero, por la compra sospechosa de una nave industrial en Querétaro, su estado natal.
Tampoco el trasvase de votos iría a las arcas de Andrés Manuel López Obrador de la Alianza Juntos Haremos Historia, pues aparte del antagonismo ideológico que los separa, es de sobra conocida la fama del tabasqueño de ser un político autoritario.
Entonces el calificativo del «menos peor» recairia sublime, en el candidato de la Coalición Todos por México, José Antonio Meade Kuribeña, que por cierto, sus gurus de marketing político se han encargado de dibujarlo, ante el electorado, como un ciudadano honesto e incorruptible en su paso por la función pública.
Pero además, el ciudadano Meade, goza del aprecio y simpatías de los Calderón Gómez del Campo. No faltaba más.
Margarita Zavala tuvo la oportunidad de trascender y luchar hasta el final, poniendo en alto su condición de género y enaltecer a la mujer mexicana combativa y siempre echada para adelante.
Pero no, sucumbió a la fuerza y caprichos de el círculo rojo del poder.
¡Lastima Margarita!, la historia un día te juzgará.
Ahi se las dejo, apreciables lectores, nos leemos en el próximo tintero.
