El asunto es muy sencillo. Separar a niños migrantes de sus madres y padres es cruel, inhumano, injustificado y horrible. Creo que todos podemos llegar a esta conclusión; pero el hecho de que haya personas que puedan justificarlo me deja en los ignotos terrenos de la perplejidad.
¿Cómo puede alguien justificar las terribles acciones que tienen lugar en la frontera? En una reciente entrevista de Fox, cuando hablaban de una niña con síndrome Down de 10 años que fue separada de su madre, el comentarista político Corey Lewandoski respondió con un “womp-womp” (onomatopeya burlona de “uy qué triste”) y procedió después a decir que en el momento en que estos migrantes habían cruzado la frontera ilegalmente renunciaban a “los derechos de este país”. ¿Cuáles derechos? ¿Los de la vida, libertad y la búsqueda de la felicidad? ¿No tenemos el derecho de reclamar estos ni ningunos otros como nuestros? “Nadie es libre mientras otros estén siendo oprimidos”. Y deberíamos tener vergüenza.
Incluso en las condiciones actuales de nuestro país, esto para mí fue un shock total porque cómo se puede creer que por el solo hecho de que una persona llegue de otro país sin papeles, no merezca ser tratada como ser humano. Por cierto, pudiéramos darles el beneficio de la duda y tomar en consideración la apabullante dificultad de obtener dichos papeles la mayor parte del tiempo, así como las situaciones de las que están escapando en sus países de origen. No importa, este modo de pensar va más allá de mi entendimiento, especialmente al vivir en un país que fue fundado en tierras robadas. Hace generaciones que sus antepasados hicieron lo mismo que están haciendo los migrantes de los que hablamos hoy: vinieron a esta tierra en busca de una vida mejor para ellos y sus familias. No es razón de tratarlos tan lamentablemente como están siendo tratados. No dejan de ser seres humanos. Como tú, como yo y hasta el propio Corey Lewandoski.
Porque separar a los bebés de sus madres es absolutamente lo opuesto de cómo debiesen ser tratados los seres humanos. El no contar con un plan para reunir a más de 2,000 familias separadas lo hace a uno preguntar cómo es posible que nos veamos en este punto. Tan dañado como está nuestro país desde Trump, todavía me siento confundida cuando leo que ocurre algo como esto. Me hiere profundamente saber que esta es la forma en que nuestro país trata a quienes buscan refugio. Dadme a tus cansados, a tus pobres, a tus hacinadas masas que ansían respirar libres; a los desdichados repudiados de tu atestada costa. Enviadme a estos, los desposeídos, juguetes de la tempestad. Levanto mi lámpara a un lado de la puerta dorada*. ¿Qué es lo que ha puesto a nuestro país por encima de poner en práctica estas bellas palabras? Esta situación es exasperante, perturbadora y vergonzosa.
Si aún no has escuchado las grabaciones, visto los videos o las fotografías de los niños en los centros de detención, te exhorto a que lo hagas. Ponte en el lugar de estos niños. Niños de tres meses a 17 años. Es totalmente inhumano someter al hijo de cualquiera a este tipo de trato. La incertidumbre, la confusión y el crudo terror que de seguro sienten ha de ser devastador.
Te urjo, ruego e imploro que no te quedes cómplice y como si nada. Haz un donativo a las organizaciones como RAICES. Para orientación visita ireallydocare.com. Protesta. Asiste a mítines. Regístrate. Y vota en noviembre. Por el bienestar de estos niños, necesitamos hacer más y mejor. Por el bienestar de la democracia y, por último, por el bienestar de la decencia, moralidad y empatía humanas.
*Fragmento del poema The New Colossus de Emma Lazarus que está grabado en la Estatua de la Libertad.
Valentina Caballero Hernández estudia el tercer año de la licenciatura de Educación Elemental en la Oklahoma University. Comentarios a [email protected].
Traducción al español de Margarita Hernández Contreras