Por: Omar Elí Robles
Durante los primeros dos años y medio del gobierno de Rodrigo Medina, la queja constante era la falta de control político.
En Nuevo León no se dejaba sentir una jefatura real…
Javier Treviño, un buen hombre, no estaba hecho para la política, y menos para una política en donde privilegia el incumplimiento de acuerdos y en donde la palabra vale menos que un perro muerto.
Cada quien hizo lo que quiso, y para muchos, retar el poder del Gobernador era el camino más corto para alcanzar objetivos políticos.
Irse por la libre, pues…
Desde hace algunos meses, Rodrigo cambió la estrategia, justo cuando se le venía encima el vendaval de quienes apostaban a que su mandato se truncaba.
Entonces por fin hubo alguien que tomó el control…
Álvaro Ibarra fue el elegido, y durante los primeros meses parecía que las cosas no cambiaban mucho… el bajo perfil parecía más bien pasividad… miedo a la acción…
Hasta que comenzó a operar.
Ahora hay alguien que tiene el control de la política, y comienzan los apretones, los quejidos y las advertencias.
Ahora muchos sienten que se excede…
Claro, entre la ausencia del control, y el control ejercido, hay siempre una sensación de excesos… hay quien cree que le aprietan de más.
Pero bueno, el estilo de Álvaro no es precisamente suavecito, y desde luego que él debe saber la carta que se juega.
En cualquier escenario, es mejor que se ejerza la jefatura política… porque es mucho mejor el error en acción que el error por omisión.
Esto pone a todo mundo alerta… ahora se piensa antes de actuar… antes de traicionar… antes de retar.
No digo que no lo vayan a hacer, digo que lo van a hacer con más cuidado, si se atreven.
La vida es orden y aventura, decía Borges…
Sí, orden y aventura…
Pero siempre por delante el orden…
O no hay aventura.
